domingo, 5 de mayo de 2013

LA ROPA DE LA MISERIA





Cada día puedo observar, sólo con encender la radio,  como lo que ya sabía hace años se narra por los medios, en un breve espacio de apenas unos minutos, como un gran descubrimiento y que, a pesar de estar ahí y ser terrible, es parte, de los cauces y las reglas del juego.
Pero no debieran olvidar algo esencial. Las reglas del juego están construidas bajo dos premisas esenciales:
a)    Ausencia de mecanismos democráticos al alcance del pueblo para suprimir o alterar en su sustancia las reglas que impiden la igualdad y socavan la dignidad, bajo el rodillo de los grupos de poder propietarios de la riqueza.
b)    Y que cualquier intento de ruptura con las reglas injustas, que pueda suponer una alteración esencial o provocar su término del poder de los poderosos y de su modelo socio-económico, sea absorbido primero y diluido después, para que acabe desapareciendo y sea olvidado, o bien,  relegado al un plano irrelevante.
Existen partes del Planeta en los que el derecho natural se ha positivado en listados de derechos fundamentales que, más o menos, se han garantizado.  Regiones en las que,  hasta ahora, se gozaba de un, más o menos, incipiente “estado de bienestar” y en los que se habían alcanzado ciertos derechos y coberturas sociales, en sanidad, educación, cultura y participación ciudadana general. Eso sí, bajo el paraguas de algo irreal, el crecimiento económico insostenible medido en términos monetarios y basado en la competencia y el ánimo de lucro. Era preciso que el modelo comunista no pareciese a los ojos de los desfavorecidos por el modelo, como una esperanza atractiva que les arrastrase a difundir ideas que pudieran desequilibrar el capitalismo.
Hoy he oído en la radio que si se fabricase en Europa la ropa que alegremente compramos y tiramos, (casi sin usar), costaría más de ochenta veces el precio que pagamos por ella.  Esto ha justificado, bajo las falaces premisas de la economía de mercado neoliberal, la deslocalización y la explotación de las personas trabajadoras en países como China, India, etc.  Horarios intensivos y extensivos de más de 60 horas semanales y salarios míseros que casi no dan para la subsistencia. Condiciones laborales, sanitarias y educativas inexistentes. Pero, bajo ese modelo económico, es más rentable ofrecer míseras prestaciones por desempleo a los trabajadores occidentales, para que estos compren a precios igualmente míseros (baratos), pero dejando un amplio margen de rentabilidad para las empresas, dados los bajos costes de producción (materias primas y mano de obra). Las empresas pagan pocos impuestos y defraudan a la Hacienda Pública mediante el uso de los paraísos fiscales.  Así para que el Estado, que satisface las transferencias vía prestaciones y subsidios de desempleo, se financie, se realizan grandes emisiones de deuda que se retribuyen a las empresas y las grandes fortunas, que adquieren los títulos con pingües intereses, con lo que se compensan los pobres impuestos satisfechos.   Por tanto, siempre gana el mismo. Los ricos fabrican explotando y financiando a sus empresas en los países pobres a bajo coste. Los Estados transfieren a los parados rentas míseras para que el consumo se mantenga y el volumen de unidades vendidas no caiga en exceso. Los ricos llevan defraudan y no pagan impuestos, pero a cambio, prestan a los Estados para recibir vía intereses de la deuda pública una compensación a los exiguos tributos que satisfacen ya que el resto está en algún Paraíso Fiscal.  Y todo este juego se apoya mediante reformas legislativas de recorte de gasto público. Ya no hace falta crear empleo para que se paguen impuestos porque el Estado se financia con deuda. Y reformas legislativas que flexibilizan la tributación de los rentistas (los más ricos) y que facilitará el despido y una posterior contratación mucho más barata y con menos costes de despido.  Al final se creará empleo. Pero empleo más precario y con retribuciones salarias mucho más bajas que maximizarán aun más el beneficio social. Y a todo esto, se va haciendo comulgar con ruedas de molino a los trabajadores de los países que llamamos desarrollados (desarrollados sólo porque es donde residen las grandes fortunas bajo el paraguas de su seguridad y comodidades) para que se acepten una mayor facilidad de los despidos, reducciones de salarios, flexibilización de la movilidad funcional y geográfica, minoraciones del poder adquisitivo de las pensiones actuales, pensiones futuras mínimas, etc.   Y todo ello, sustentado y alimentado por un ejército de técnicos formados y obtenidos de las Universidades que reciben las contribuciones más sustanciosas, de las grandes fortunas y el mundo financiero,  para que no se detenga, se extienda y se consolide el sistema mecanicista que han diseñado. 
Tenemos libertad y derechos fundamentales, pero somos educados en la competitividad, en el afán de lucro y en la individualidad. La injusticia y la soledad campean a sus anchas. La televisión y las arengas de los tertulianos y políticos de dudosa ética y conocimientos nos machacan diariamente con sus pútridas ideas. Así ese sustrato formativo derramado sobre las propias estructuras de las grandes ciudades, repletas de comercios y gimnasios abiertos 24 horas al día, los 365 días a la semana. El dinero de plástico. El crédito sustituido por los bajos precios, derivados del abaratamiento de los costes de la deslocalización, como sustitutivos. Hoy los bancos, los fondos de inversión, las grandes financieras, las agencias y, en suma, lo que llaman los mercados consideran mucho más rentable la financiación de los Estados mediante adquisición de deuda o la especulación en los mercados de materia primas encareciendo sus precios. Los unos sintiendo la pedida de sus conquistas y derechos y los otros  y condenando a la pobreza y la miseria por no poder acceder, ni tan siquiera, a los alimentos básicos o al agua. Millones de personas condenadas a la más radical injusticia de la monetarización y la acumulación derivada de la desigualdad en la distribución de la riqueza del Planeta y la preponderancia de la propiedad privada.  Así el crédito queda sustituido por los bajos costes y el asunto del dinero y capacidad de consumo se fomenta, mientras parte de la población del Planeta vive y muere en la miseria.
Por otro lado, continúa inalterada la otra pata: La machacona publicidad,  diciendo:
  • Que si no estás a la moda no estás integrado o haciéndonos creer que vamos a ser más felices y que sólo nos conduce a una frustración perpetua ya que su rapidez es tan efímera que al día siguiente volvemos a sentir la misma necesidad y consecuente insatisfacción que día tras día tenemos que volver a satisfacer.
  • Comida rápida sin, incluso a veces sin salir del propio coche, a costa de mono-explotaciones ganaderas. Reses estabuladas subsistiendo en condiciones de hacinamiento, sin conocer la libertad y alimentados por piensos obtenidos con técnicas de  monocultivos de cereales o maíz que contaminan y desertizan el suelo.
  • Que tal o cual coche nos va a dar la libertad y el prestigio, cuando en realidad está llenando el aire que respiramos de gases que nos provocas enfermedades respiratorias y de salud en general.
  • Que tal o cual colonia nos proporcionará el amor de nuestra vida o que tal o cual crema nos rejuvenecerá, cosas que tras su uso observamos que no es así y cuya obtención ha supuesto crueldad y maltrato animal en su experimentación.
  • Que tal o cual alimento nos librará de las enfermedades, cuando en realidad los sistemas de cultivo y toda su cadena de producción está plagada de venenos para la salud y modificaciones genéticas con resultados inciertos sobre la salud humana.
Trabajamos, cada vez más horas. Llegamos a casa cada vez más cansados y encendemos el televisor. Se nos bombardea a publicidad. Salimos a comprar para consumir todos los que nos va ha hacer alcanzar la felicidad. Volvemos a trabajar y a nuestro regreso la televisión sigue enseñándonos que el consumo nos aliviará y satisfará en nuestras vidas en unas ciudades plagadas de Centros Comerciales, absolutamente idénticos –Las Catedrales del siglo XXI (Saramago)- con horarios infinitos, con caminos perfectamente diseñados para los vehículos, con grandes estacionamientos. Música de ambiente y pasillos acogedores y funcionales. Ciudades cupuladas donde no importa el frío o el calor, muchas veces exagerado a causa del cambio climático.  Dispensadores de oxigeno. Seguridad por todas partes. Cientos de policías privados custodiando la diferencia que se ha empezado ya a generar dentro de los propios Estados más desarrollados.  En la propia Europa de los Derechos Humanos y la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Está última palabra casi ya relegada al cajón del olvido. Aquí se está generando un muro invisible de desigualdad y reducción de las clases medias. De esas personas cuyos padres, tras un gran esfuerzo consiguieron colocar un peldaño por encima de sus vidas.  Quizá se refieran a esto los políticos que dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Quizá ese esfuerzo de nuestros padres obreros suponga un deseo inalcanzable. Quizá las clases ricas que se repartieron el mundo desde la edad Media hasta nuestros días, se hayan dado cuenta de lo que los ecologistas y muchos científicos hoy constatan y han venido diciendo hace muchos años. No hay recursos suficientes para todos.  Y,  esto, ha desembocado en una nueva regla de los dueños de la riqueza: No hay países ricos y pobres, sino que debe haber gente pobre y gente rica, viva donde viva, porque los recursos naturales no están sólo en una región, sino en todas y, sobre todo, porque en algunos sitios se está acabando y en otros se empiezan a obtener nuevos, tanto materiales como energéticos. Hoy la pobreza tiende a enquistarse en algunas regiones y a no depender de estás sino de las personas individualmente consideradas vivan donde vivan.
Hay dos tipos de personas. Los idiotas desinformados y que, además, no lo quieren estar y los idiotas que somos incapaces de saber cómo cambiar, cuando el cambio está en nosotros: En nuestro interior y en la ruptura con una forma de vida como la nuestra.

05-05-2013