El Ser humano occidental es cada vez más “ser” y menos
humano. Empeñado en tachar días del
calendario, sin darse cuenta que, cada raya, es un pasito más hacia la nada.
Ese “ser” empecinado en tener más y más a
costa de dar menos y procurar compartir lo mínimo imprescindible para contener
la violencia derivada de la desesperación. Creemos en vidas eternas y pensamos que
estamos por encima del resto de seres vivos, incluidos lo humanos de otras
culturas y, sin embargo, sólo nos mueve el llenar la barriga y el atesorar en nuestros
hogares trastos y objetos a cuyo yugo nos sometemos y a los que otorgamos el
don de la diferenciación social. Aparcamos el coche en la puerta y cada vez
miramos menos al cielo y al horizonte. Aplaudimos una puesta de Sol. ¡Pero, que
cojones le importa al Sol que le aplaudan! Es en nuestra mirada donde debemos
abrir la puerta a aquello que creemos bello para dejar que penetre en la
conciencia y en el sentimiento de la percepción y de lo percibido. La belleza está
en una mirada, en la música, en una manifestación artística, en nuestro cuerpo
y en que seamos capaces de abrir las manos y estrechar con nuestro abrazo. Si
miramos nuestros disfraces, debajo sólo hay piel, carne y huesos. Las vísceras
nos dan la vida y la piel nos protege de las bacterias. Pero, que “ser” es ese
que deja morir miles de niños diariamente por falta de agua y de alimento en
las tierras donde la gente no posee casi nada tras la usurpación y, a la par,
los que acaparan mucho se mueren, ellos mismos, de ansiedad, soledad y falsedad para poder subsistir
con sus barrigas repletas. Mire señor
ministro, eso que usted dice que es lo mejor, lo será para usted. Lo mejor, en mi opinión, pasa por borrar todo lo que me ha enseñado su
casta y dejar que la vida se me meta por las venas. Lo mejor es para mí saber
que mi Planeta está vivo y conserva su Diversidad. Lo mejor es para mí saber
que la dignidad humana y de los animales es un valor por encima de cualquier
otro. Lo mejor para mi, señor ministro, está, en lugar de tachar un día en el
calendario, en saber que estoy más cerca de poder disfrutar de mi libertad y de
mi propia vida. Lo mejor es, para mí, poder escribir cada día en el calendario al
acostarme. Lo mejor pasa porque usted
señor ministro se pierda por algún rincón lejano y perdido, para que no sea más
el instrumento de los poderosos que nos chupan la vida en una espera de algo
mejor, la felicidad aplazada que nunca llega sino con la muerte.