miércoles, 7 de noviembre de 2012

SEÑOR MINISTRO


El Ser humano occidental es cada vez más “ser” y menos humano.  Empeñado en tachar días del calendario, sin darse cuenta que, cada raya, es un pasito más hacia la nada. Ese “ser” empecinado en tener más y más  a costa de dar menos y procurar compartir lo mínimo imprescindible para contener la violencia derivada de la desesperación.  Creemos en vidas eternas y pensamos que estamos por encima del resto de seres vivos, incluidos lo humanos de otras culturas y, sin embargo, sólo nos mueve el llenar la barriga y el atesorar en nuestros hogares trastos y objetos a cuyo yugo nos sometemos y a los que otorgamos el don de la diferenciación social. Aparcamos el coche en la puerta y cada vez miramos menos al cielo y al horizonte. Aplaudimos una puesta de Sol. ¡Pero, que cojones le importa al Sol que le aplaudan! Es en nuestra mirada donde debemos abrir la puerta a aquello que creemos bello para dejar que penetre en la conciencia y en el sentimiento de la percepción y de lo percibido. La belleza está en una mirada, en la música, en una manifestación artística, en nuestro cuerpo y en que seamos capaces de abrir las manos y estrechar con nuestro abrazo. Si miramos nuestros disfraces, debajo sólo hay piel, carne y huesos. Las vísceras nos dan la vida y la piel nos protege de las bacterias. Pero, que “ser” es ese que deja morir miles de niños diariamente por falta de agua y de alimento en las tierras donde la gente no posee casi nada tras la usurpación y, a la par, los que acaparan mucho se mueren, ellos mismos,  de ansiedad, soledad y falsedad para poder subsistir con sus barrigas repletas.  Mire señor ministro, eso que usted dice que es lo mejor, lo será para usted.  Lo mejor, en mi opinión,  pasa por borrar todo lo que me ha enseñado su casta y dejar que la vida se me meta por las venas. Lo mejor es para mí saber que mi Planeta está vivo y conserva su Diversidad. Lo mejor es para mí saber que la dignidad humana y de los animales es un valor por encima de cualquier otro. Lo mejor para mi, señor ministro, está, en lugar de tachar un día en el calendario, en saber que estoy más cerca de poder disfrutar de mi libertad y de mi propia vida. Lo mejor es, para mí, poder escribir cada día en el calendario al acostarme.  Lo mejor pasa porque usted señor ministro se pierda por algún rincón lejano y perdido, para que no sea más el instrumento de los poderosos que nos chupan la vida en una espera de algo mejor, la felicidad aplazada que nunca llega sino con la muerte.